lunes, 25 de noviembre de 2013


¿Por qué nos sentimos interiormente tan vacíos?

 

Hace ya tiempo que el hombre siente un gran vacío interior. Hace tiempo que el hombre ha comprendido que los bienes materiales, que el hecho de estar sumergido en la sociedad de consumo, y de poseerlo todo no llena de felicidad su vida. Por suerte el hombre ha comenzado a despertar y a buscar el por qué de su vida, su misión, cómo encontrar la felicidad duradera y no la pasajera con deseos momentáneos.

El hombre en realidad debe ser uno con el universo pero para dar ese paso  y luego de despertar, tiene que comulgar con su prójimo y comenzar a amar, amar como si fuera respirar, porque amar es vivir. Si el hombre ama cada día más su propio sufrimiento disminuirá, sus angustias, sus tristezas, su monotonía y hastío desaparecerán, porque justamente se encontrará con su pensamiento en sus hermanos y de esta manera se sanará mediante ese mismo amor.

El vacio provoca mucho dolor y el hombre vive en una inmensa incertidumbre sin poder hallar el camino hacia la dicha. Además el vacío interior es destructivo y lo que logra el hombre  así es permanecer solo. Por ello primero se debe conectar el hombre consigo mismo, meditar, preguntarse qué es lo que en verdad desea, qué busca y qué podría transformar ese vacío en alegría. Encontrar una salida a ese sin sentido que posee y ver en la existencia que hay muchas maneras de vincularse con otros para encontrar así el sentido real y permanente que le otorgue bienestar, satisfacción, una sensación de alegría plena, de saber que es útil a otros y que por ende se hace bien a él mismo. No se debe paralizar cuando se encuentra vacío, sino pedir ayuda si es necesario.  Utilizar la imaginación, la creatividad y ese potencial que todo hombre lleva dentro.

Entonces comenzando a poner en marcha sus aptitudes, capacidades, habilidades y potenciales en el mundo, donde quiera que sea ayudará a encontrar la fuente para evolucionar a través de la ayuda, la solidaridad, el trabajo con otros  y para otros y de repente la elección de un dogma al cual volcarse y aumentar así su fe y confianza. Muchas veces no hace falta que se trate de un dogma cristiano o de otras índoles, la religión es amor y abarca a todos los dogmas.

Permanecer encerrado es darle la espalada a la vida y si no se identifica con su ser muere en la soledad. ¿O por qué están tan aburridos y hastiados todos aquellos que ganan fortuna y no pueden con sus vidas? ¿Creen que en sus fueros internos están colmados de felicidad? ¡No! Este vacío interior es la nueva enfermedad que sólo se cura si el hombre lo desea con anhelo mediante un despertar de consciencia.

Cuando el hombre comienza a vincularse con más gente, los hace participes de su vida, los incluye y se incluye él mismo en su entorno su corazón cambia el latido. Ese latido es ahora calmo y  se encuentra en paz y plenitud. Se debe vincular además con la creación y con el Ser Superior o como él desee llamarlo: el Cosmos, el Universo, Dios. Todos somos uno. Y todos pertenecemos a la misma tierra. El hombre que ponga sus manos en la de sus semejantes ya no puede sentirse vacio porque ha de recibir mucho en tanto da.

Es así que el hombre al centrarse en otros y en otras cosas, olvidará sus meras preocupaciones y entenderá que lo material no es lo esencial en la vida. Entenderá que la felicidad no radica en las cosas, pero sí en los otros. La unión a alguien superior, y hacia sus hermanos colmará de bendición su corazón y el vacío se esfumará sintiendo el hombre la dicha plena de vivir. La tristeza viene de no estar unido a aquello que sí existe y vale. Al establecerse la unión, se establece al mismo tiempo la paz, el amor y la dicha. Ya es tiempo de que el hombre se eleve por encima de sí mismo por su bien  y a través de sus hermanos. No digo que se sienta superior sino igual a todos porque, repito, todos somos uno bajo el mismo cielo, sobre la misma tierra en donde lo que todo lo cura es el amor universal.
Lilia Canosa
 

 

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